“Pepe, aparte de su pasión
por el derecho mercantil, gusta de teorizar. Me vio salir de Catedral, y juntos
nos encaminamos a Palacio. Él es descreído, pero no le basta; en media cuadra
tuvo que fabricar una teoría. Que si yo no fuera mexicano, no adoraría a Cristo
y -No, mira, parece evidente. Llegan los españoles y te proponen adorar a un
Dios muerto hecho un coágulo, con el costado herido, clavado en una cruz.
Sacrificado. Ofrendado. ¿Qué cosa más natural que aceptar un sentimiento tan
cercano a todo tu ceremonial, a toda tu vida?... figúrate, en cambio, que
México hubiera sido conquistado por budistas o por mahometanos. No es
concebible que nuestros indios veneraran a un individuo que murió de
indigestión. Pero un Dios al que no le basta que se sacrifiquen por él, sino
que incluso va a que le arranquen el corazón, ¡caramba, jaque mate a
Huitzilopochtli! El cristianismo, en su sentido cálido, sangriento, de
sacrificio y liturgia, se vuelve una prolongación natural y novedosa de la
religión indígena. Los aspectos caridad, amor y la otra mejilla, en cambio, son
rechazados. Y todo en México es eso: hay que matar a los hombres para poder
creer en ellos.” (Carlos Fuentes, “Chac Mool”)
La crucifixión (Hans Memling, 1491)
"Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua." (Evangelio según Juan, 19: 33-34).
Sacrificio humano en honor del sol (códice azteca, siglo XVI)